ADELINA PÉREZ BLAYA

COLINA VERDECIENTE

Blancas anémonas.
Crecen entre el romero y el acanto
En lo alto, la casa transparente
ventanas tamizando de blanco
la luz que interna crece
como luna de mayo.
Se abre la puerta.
Una figura de hombre se recorta en el vano.
Es el dueño de la amena colina:
¿o el esclavo?
de aquella que no es torre,
sino monte sagrado.
¡Cómo encanta su belleza y quietud!.
Del caminante atraen la mirada y los pasos.
Porque arriba,
(música en Scherzo) se presiente
un amor delicado.
Abajo, recio, un seto de pinos y laureles.
¿Traspasarlo?
(detrás están el foso y su mordisco)
Detente caminante, no prosigas
si no fuiste llamado.
No sigas.
Aunque lleves
alguna tierna rosa entre tus manos.

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